jueves, 18 de octubre de 2012

LA SOLEDAD DEL PUERPERIO

Mi amiga Amaya, feliz mamá presente (y futura!) y yo hablábamos el otro dia del puerperio… (puerperio, vaya palabro… para los profanos en el tema diré que puerperio es el periodo de 40 dias siguiente al parto… y la mujer que vive, o, mas bien, sufre, el puerperio, es la puérpera).

Amaya, como mujer que espera (y desespera) por segunda vez, me decía que el dichoso puerperio es lo que le daba mas miedo de tener que volver a pasar… y… qué quereis que os diga… tiene toda la razón. Yo siento lo mismo.

Una vez pasado el parto, las hormonas hacen su labor… y casi, casi (casi) te olvidas de él. Lo que viene después es tan, tan jodido, que llegas a desear parir una y mil veces con tal de que el dichoso infierno, digo, puerperio, termine de una vez…

Otro día hablaré mas a fondo del parto de Olivia, pero como una no llega al puerperio sin haber pasado por ello, resumiendo, he de decir que, si me preguntas ahora, te diré que tuve un parto estupendo. Eso si, si rebobinas la película 5 meses y medio atrás, me verás con cara de agotada, toda sudorosa, mirando a elpadredelacriatura y diciéndole (o mas bien, gritándole) –la próxima vez va a parir tu (piiiiiiiiiiiiii) madre- (y que me perdone mi suegra, que la pobre no tiene la culpa de nada). Y tengo a la Dra. Medina de testigo.

¿Que qué ha pasado por en medio para que cambie tanto la peli? Pues nada mas, y nada menos, que la señora Oxitocina (todopoderosa ella) y el puerperio.

Cuando estás con tu bombo… te cagas de pensar en el parto. Pero cagarte literal. Ahora bien… la naturaleza, tan sabia ella, hace que acabes tan hasta los (piiiiiiiiii) de tu barriga, de tus deformes tobillos, de los dichosos pantalones con cintura elastica, y del balanceo a lo Fraga que haces al andar… y, como por arte de magia, de un dia para otro el parto pasa de ser algo que no quieres ni ver, a desearlo con todas tus fuerzas. Quiero parir. Y lo quiero ya.

Así que pares, y, de golpe y porrazo, de ser una embarazada para ser una puérpera.

Y en ese mismo momento… (o igual no en ese, pero en los dias siguientes seguro) te das de golpe y de frente con la cruda realidad. Muy muy cruda.

Nada es como te lo habías imaginado, y nada es como habías leido. La imagen de ti misma, monisima, enfundada en un camisón blanco, con tu dulce bebé mamando, y una sonrisa de oreja a oreja mientras recibes a las visitas, está mas alejada de la realidad que la historia de Ricky Martin, el perro y la nocilla.

Para empezar, el camisón no es blanco, es azul. Y si te levantas de la cama con él, se te ve el culo porque está todo abierto por detrás. Si, por detrás, cosa incomprensible, porque, al menos que yo sepa, las tetas no las tenemos en la espalda. Asi que imaginaros tener que dar la teta con eso… misión imposible. Aprovecho desde aquí a hacer un llamamiento a los que llevan el tema del camisoneo de los hospis… que, por favor, creo que no les costaría mucho hacer unos camisones cerraditos por el culete y abiertitos por el escote para las señoras recién paridas. Porque mucho promover la lactancia materna en los hospitales, y luego la primera piedra nos la ponen allí mismo con el camisoncito de marras.

Pues eso, camisón que es el anticamisón, sonrisa que no es sonrisa, dulce bebé que no es tan dulce (o nada dulce de hecho) y tu, que lo único que tienes de mona es el pelo que no te ha dado tiempo a depilarte.

Y, si como yo, a tu bebé le ha dado por querer venir al mundo en plena madrugada, las ojeras que tienes ya no se te van a volver a quitar. Jamás.

Ahí estás tu, intentando que tu bebe, que no para de llorar, se agarre a la teta. Y no se agarra. Y si se agarra te duele. Y si te duele lo quitas. Y si lo quitas, llora. Y vuelta a empezar. El teléfono no para de sonar. Elpadredelacriatura intenta atenderlo como puede. Empieza a llegar gente. Abuelos, padres, tíos, primos. El teléfono sigue sonando. Todo el mundo quiere coger al bebé. No paran de mirarte para ver si lo sueltas y se lo dejas de una vez. Tu estás zombi. La gente habla y ni te enteras de lo que dicen. Llevas casi 24 horas sin dormir, y no puedes mas. Tienes las uñas negras de sangre, el anticamisón manchado, el pelo enmarañado, dolor hasta en el higadillo, y unas ganas de llorar que no puedes con ellas. Y lo de llorar no es precisamente de emoción, noooo… quieres llorar de agotamiento, de angustia, de estrés, de quiéncoñomemandariametermeenesto, de pena, de rabia… y de no sentir por tu bebé nada mas que ganas de que se duerma y te deje en paz un rato.

Ese es el panorama de la puérpera… y lo peor, es que no mejora. Llega la noche, e intentas dormir. Ahora que se ha ido todo el mundo, igual puedo… pero tu bebé, estresado de haber pasado de estar calentito en la barriga de mamá, a oscuras, sin hambre ni frío, a ir de brazo en brazo como si fuese un trofeo… empieza a llorar. Y mira tu por dónde, ahora si que no hay ni una de las visitas que durante el día estaban deseando que se despertase. Ahora te lo comes tu. Debe tener hambre, no ha mamado nada. Te levantas el anticamisón manchado (que por supuesto no has tenido tiempo de cambiarte por los camisones monisimos que habías traido en la maletita… y que ahí es donde se van a quedar) y te lo intentas enganchar por no se cuánta vez. Y no se engancha. Y sigue llorando. Y entonces, empiezas a llorar tu. Sin parar. El agotamiento puede contigo y empiezas a soltar todo. Elpadredelacriatura te mira sin saber muy bien qué hacer, te abraza pero no consigue consolarte. Le pides que por favor llame a algún enfermero. Y lo llama.

Llega el enfermero (digo enfermero, porque en mi caso, fue un santo varón enfermero el que aguantó estoicamente mi llanto durante dos horas, a mi lado y sin moverse aquella primera noche. Un monumento para él), y le dices que tu bebé no come, que no ha comido nada, que se va a morir de hambre, que no sabes si tienes leche, que no sabes si tienes nada, y que como esto siga así al final la que se va a morir vas a ser tu…

Te intenta ayudar, pero el bebé se ha vuelto a dormir (sin comer otra vez). Te dice que esperes a que se despierte y lo vuelvas a intentar. Y que aprovechéis tu y elpadredelacriatura para dormir un poco también. Se va y os volvéis a quedar solos los tres. El bebé en su cuna, elpadredelacriatura en su sofá y tu en la cama. Cierras los ojos, a ver si de una vez consigues dormir… y escuchas a tu bebé respirar. Hace ruido. Parece que se ahoga. Te levantas. Lo miras. Compruebas que está vivo. Te vuelves a acostar. Vuelve a hacer ruido. Te vuelves a levantar… y así una y otra vez… hasta que amanece. Otro día sin dormir, y ya van dos.

Te levantas, vas al baño y te miras al espejo. Casi te caes del susto. Empiezas a llorar otra vez.

Llega el día de irse a casa, y nada mejora. El bebé sigue sin agarrarse, y a ti no te sirven los vaqueros que te llevaste para salir del hospital. Otra cosa que se queda en la maleta. Vuelves a la cintura elastica.

Piensas que en casa, en tu territorio, todo irá mejor. Te encierras en la habitación y piensas que de ahí no sales hasta que ésta que está aquí se ponga a mamar. Y lo consigues. Si. Pero a costa de unas grietas que se abren y empiezan a sangrar. Y duelen. Duelen mucho. Duelen tanto que en ese momento recuerdas el parto como algo dulce y placentero. Bendito parto piensas.

Y tu bebé le coge el gusto a eso de comer, y come. Vaya si come. Come cada media hora. Cada 15 minutos. Cada 5. Ya no sabes distinguir cuándo empieza una toma y termina otra. ¿Pero los bebés no dormian mucho? ¿No comian cada tres horas? Ja. Toma realidad.

Y las grietas no paran de sangrar. Y las visitas no paran de llegar. Y empiezas a odiarlas. Empiezas a odiar a todo el mundo. Odias hasta a tu bebé. Solo deseas que se duerma, que te deje tranquila un rato, que deje que tus grietas se cierren, que te deje dormir aunque sea media hora, media hora joder…. y empiezas a pensar que vaya mierda de madre eres, que no quieres a tu hijo. Y entonces empiezas a odiarte a ti también.

Ves a elpadredelacriatura, cómo mira embelesado a su bebé… cómo lo coge, lo besa, le habla bajito. Cómo le mira las manos y los pies. Cómo le hace fotos. Cómo lo disfruta. Cómo lo quiere. Cómo se alegra cada vez que abre los ojos. Y cómo deseas tu que los vuelva a cerrar…

Ves desfilar a tus amigas por casa, monísimas ellas. Sin cansancio. Sin ojeras. Sin una barriga colgona. Oliendo bien. Y digo oliendo bien porque tu llevas 3 dias sin poder ducharte. Y quién dice 3, dice 4 o 5… se marchan, cierras la puerta, y te pones a llorar. ¿Que por qué lloras? Pues porque tienes envidia. Envidia de su vida. De su libertad. De salir de esa jodida casa en la que llevas no se cuántos días encerrada. Y entonces, el bebé vuelve a llorar.

Y ahí estás tu. Sentada en un sofá. A las 3 de la mañana. Dando de mamar a tu bebé. Lleva mamando desde las 7 de la tarde, y todavía no ha parado. Toda la casa está en silencio. Y es ahí, en ese instante, cuando te sientes sola. Mas sola que nunca. Mas sola de lo que te has sentido en toda tu vida. Como decía Amaya, sientes como si te hubiesen abandonado con un bebé en los brazos. Ala, ahí te las apañes.

La soledad de la puérpera. Una soledad cruda, triste, y difícil. Muy difícil. Nada es como te habías imaginado. Miras a tu bebé, y ni siquiera lo reconoces como tuyo. No sientes ese amor desmedido del que te habían hablado. Solo sientes soledad, tristeza y ganas de huir. Y que eres la peor madre del mundo. Y que vaya mala suerte que ha tenido tu bebé con que le hayas tocado como madre.

…………………………

Todo esto que cuento ahí arriba es la historia de mi puerperio. Pero podría ser la historia del puerperio de cualquier reciente mamá. El puerperio es una etapa oscura (como la de la Inquisición) de la que poco o nada te cuentan. Nadie habla de ello, y eso, francamente, nos hace un flaco favor.

El cóctel hormonal y la revolución de sentimientos que vivimos después de parir, dejan su huella. Y nadie se acuerda de ello. Ni siquiera tu misma. Sientes que te has vuelto loca, no te reconoces… y todos a tu alrededor, a veces, te tratan como tal.

Y es cierto que ya no eres la misma persona. Nunca vas a volver a ser la misma. Parir ha dejado una huella en ti que no se borrará jamás. El antes y el después. Ahora eres madre. Tienes un hijo. Y no podemos pretender que eso se asuma de la noche a la mañana. Requiere un periodo de adaptación, de aprendizaje. Requiere que mamá y el bebé pasen mucho tiempo juntos. A solas. Que se conozcan y se reconozcan. Que se huelan, que se escuchen. Y el resto de la gente, si quiere ayudar, que se dedique a la casa. La comida, la limpieza. El bebé solo necesita a su madre, no le hace falta nada ni nadie mas. Calor y teta es lo único que necesita para sobrevivir. Así de simple. Pero a veces nos gusta complicarlo…

Empecé a saber, a sentir, que quería a Olivia cuando elpadredelacriatura volvió a trabajar. Ahí estábamos ella y yo, solas. Sobrevivir o morir. Amamantarla, tenerla en brazos, dormirla, cambiarla, llorar con ella… empezar a conocerla y que ella me conociese a mi. Saber cómo le gusta que la cojan, inventar palabras que solo ella y yo conociamos… hacerle sonreir por primera vez. Era imposible que no me conquistase. Solo era cuestión de tiempo.

Cuando miro a mi hija, siento un amor por ella que nunca jamás había sentido. Si no eres madre o padre es difícil de explicar, y de entender. Solo quiero que sea feliz. Hacerla feliz. Ayudarle a ser feliz. Daría mi vida por ella, una y mil veces. No me imagino un mundo sin ella, y a veces pienso cómo pude haber vivido todo este tiempo sin tenerla a mi lado.

Porque Olivia no es como me había imaginado… Es mucho mejor. Y solo puedo agradecerle que me eligiese como madre, porque ella es el mejor regalo que me han hecho. Ella me ha convertido en mamá. Y ser mamá me ha convertido en una persona mejor.

Pero todo esto lo siento ahora. Lo sé ahora. En aquel entonces, en aquel mes de mierda en el que lloraba todos los dias sin parar, en el que me sentía agotada fisica y mentalmente… si en ese mes me hubiesen dicho que iba a llegar hasta aquí, y que me iba a sentir así, no me lo hubiese creído.

Cuando estás embarazada, te ve el médico a todas horas, tienes clases de preparación al parto, todo el mundo te habla y te cuenta, te atiende y te escucha… eres el centro de atención. Cuando has parido… con suerte vas a ver a tu matrona a los 10 dias a que te revise los bajos fondos… y se acabó. Ya eres una mujer normal, así que no necesitas nada.

Creo que sería recomendable, por no decir necesario, que, al igual que las clases preparto, hubiese unas clases postparto. Grupos formados por madres que acaban de parir que se reuniesen al menos una vez a la semana, que se contasen sus experiencias, que llorasen juntas, que viesen que no son un bicho raro, que lo normal es lo que están pasando, y lo raro es la sonrisa profident, el tipazo sin barriga, la comidita caliente en la mesa, y el bebé dormidito en su cuna. Que alguien les abrazase, y les dijese que las entiende, que lloren si quieren, que llorar alivia. Y que no se asusten por los pensamientos que acechan su cabeza. Que no son unas madres horribles por pensar esas cosas… son madres normales. Bueno, normales no. Son las mejores madres que sus hijos podrían tener.

Así que desde este, mi humilde blog, le digo a las puérperas que todo esto pasará y que van a querer y quieren a su bebé. Que escuchen a su cuerpo y se guien por su instinto. Que se conviertan en mamíferas y se olviden de convenciones sociales o culturales. Que cojan a su bebe en brazos, que se metan en la cama con él, que lo huelan y se empapen de esa nueva vida. Que lloren todo lo que tengan que llorar. Y que no hagan nada mas, y nada menos, que dedicarse a su nuevo papel de madres. La casa, la comida, las visitas, pueden esperar. Que sepan que todo, todo, lo que sienten, todo, es normal. Y que pidan ayuda si lo necesitan. Que hablen, que se desahoguen. Que no sientan vergüenza por estar tristes cuando se supone que debian estar radiantes de felicidad. Las radiantes son las que salen en las revistas, con photoshop. Las mujeres de verdad tenemos celulitis, y lloramos en el puerperio. Y punto.

Y le digo a las parejas, amigos, amigas, familiares de las puérperas que la madre necesita asumir su papel de madre, y que el bebé no necesita nada más que pasar tiempo con su mamá. Darle a la puérpera un abrazo, escucharla sin juzgarla, ni darle consejos. Hacerle la comida, lavarle la ropa, limpiarle la casa. Mimarla mucho. Mimarla mas. Y, aunque sea difícil entenderla, aunque no pare de gritar, aunque se pase el día malhumorada… quererla. Quererla mas que nunca.

Quiéreme cuando menos me lo merezca, porque será cuando mas lo necesite, ¿no?
Pues eso.



martes, 2 de octubre de 2012

ENTRE HERMANOS ANDA EL JUEGO

Últimamente le daba yo vueltas a una idea que elpadredelacriatura y yo debatíamos el otro día...
El famoso dicho de que los hermanos pequeños son los más mimados... ¿es una realidad, o se trata de una leyenda urbana al estilo de tu leche es aguada y no alimenta? (y que le digan a Olivia si el agua no alimenta, con sus casi 7 kilos).

Elpadredelacriatura y yo coincidimos (cosa rara, porque si hay algo en lo que precisamente solemos coincidir elpadredelacriatura y yo es en nada... ya veis, estamos hechos el uno para el otro...) en que los hermanos mayores se llevan una atención exclusiva que los pequeños nunca van a poder disfrutar.
Cierto es que igual elpadredelacriatura no habla con objetividad desde su posición de hermano pequeño... pero servidora es la de en medio de nada mas y nada menos que 5 hermanos, así que, como ni soy ni mayor, ni pequeña (es lo que tiene ser la mediana) mi opinión es más fiable (eso, o que, como no me ha tocado ser ná, pues me meto con tó).

Olivia será en un futuro (espero) hermana mayor (pobre, tan pequeña y ya con etiquetas), pero actualmente disfruta de su estatus de hija única. Elpadredelacriatura y yo vivimos por y para ella. Porque queremos (y, a veces, porque no queda más remedio, tampoco nos vamos a engañar). Cuando estaba embarazada, elpadredelacriatura ha gastado dias de sus vacaciones para no perderse ni una ecografia, ni una visita al médico... hemos leído libros de embarazo, lactancia y crianza, blogs y artículos en la red, hemos visto reportajes, nos hemos tumbado en el sofá y nos hemos pasado horas mirando mi barriga esperando un movimiento de Olivia cámara en ristre para firmarlo. 
El mundo giraba alrededor de mi (gran) ombligo, y todo se centraba en cuidarme a mi, y al bicho que crecía en mi interior.

Olivia nació, y el mundo se paró para los dos. Estuvimos juntos en el hospital 24 horas al día, nos fuimos juntos a casa, y allí empezamos nuestra andadura familiar durante un mes entero sin separarnos (es lo que tiene que elpadredelacriatura sea funcionario, pero vamos, teniendo en cuenta los recortes, me da que pal siguiente los 30 días de permiso paterno se convertirán en 30 horas).
Bañamos juntos a Olivia, la cambiamos, le cantamos, hablamos, mimamos... reimos y lloramos con ella. A veces siento que hemos dejado de ser una pareja para convertirnos en compañeros unidos por una causa común. ..
Salvo dar la teta (exclusividad materna, es lo que tiene ser mujer) lo hemos hecho, y seguimos, haciendo todo juntos.
Y todo eso, lo disfruta Olivia cada día. Y nosotros lo disfrutamos con ella.

El día que pasemos de ser un trío a ser un cuarteto (o, si fuese por elpadredelacriatura, un quinteto o un sexteto... quién sabe... él por si acaso hecha la primi todas las semanas) supongo que los momentos felices se multiplicaran por dos, pero también el tiempo a invertir. Las tareas tendran que dividirse, y mientras uno atiende a uno, el otro atiende al otro. El nuevo bicho tendrá que compartir con Olivia a sus papis, sus juguetes, la cama familiar, o incluso la teta. Nada será en exclusiva para el, y a veces me da pena pensar que estaré doblemente cansada para atenderle como se merece. Como contrapartida tendrá una hermana muy simpática con quien jugar, y no será un conejillo de indias en manos de unos padres inexpertos... 

Por eso, nunca he entendido la "pena" de la gente hacia el niño que va a tener un hermano. El principe destronado le llaman. De verdad que no lo entiendo. Para mi la pena es precisamente que se quedase así, de principito entronado, pero solitario. Desde luego, yo no sería la misma sin mis hermanos, ni mis hermanos sin mi. Siempre agradeceré a mis padres que hayan sido tan generosos (o tan descuidados...) y creo que es uno de los mejores regalos que nos han hecho. No heredaremos dinero, pero si un montón de historias diarias que da el ser una (gran) familia numerosa. Y agradezco a mis hermanos igualmente el haberme convertido en tía, que es casi casi tan guay como ser mamá (eso si, mucho menos difícil...). Como véis, la mía es una familia en constante crecimiento, sin aburrimientos posibles, que se merece, no uno... sino cientos de posts...

Todo tiene sus pros y sus contras, claro está... pero retomando el tema de la entrada, y puestos a tener que elegir... no se con qué puesto familiar me quedaría... De hecho, una vez en una entrevista de trabajo me preguntaron en qué puesto estaba entre mis hermanos... y les debió molar la respuesta, porque me contrataron... así que, de momento, y para no meternos en camisas de once varas, sigo eligiendo el del medio, que así ni me mojo, ni me salpican.

En fin... con estas reflexiones dejo abierto el debate... ¿hermanos mayores o pequeños? ¿Quien parte y reparte y se lleva la mejor parte?